Educación Artística

Livio Andrónico
Livio Andrónico (en latín Lucius Livius Andronicus) (284 a. C. - 204 a. C.), fue un escritor épico romano de origen griego, nacido probablemente en la colonia griega de Tarento. Fue esclavo de una familia noble de la gens Livia. Luego liberto, adoptó el nombre de su antiguo patrón. Llegó a ser el primer maestro griego de Roma. Es considerado el primer autor romano y el fundador de la poesía épica romana. Su primera obra formal la produjo en 240 a. C., una traducción al latín de un drama griego. Su contribución fundamental a la épica grecolatina es la traducción de la Odisea de Homero al verso latino típico, el saturnio. Se trata de la primera obra épica en latín, precursora de la obra de Nevio. También compuso tragedias a partir de modelos griegos.

Plauto
(Tito Maccio Plauto; Sarsina, actual Italia, 251 a.C.-Roma, 184 a.C.) Comediógrafo latino. A pesar de que los datos sobre su vida son inciertos, se cree que trabajó en Roma durante su juventud en una compañía teatral, quizá como actor cómico, y que, habiendo ahorrado un poco de dinero, lo invirtió sin éxito en una especulación comercial. Empobrecido, se dice que trabajó como molinero mientras escribía sus primeras obras en sus ratos de ocio.
Sus comedias comenzaron a representarse en Roma a partir del 210 a. C., en medio de un gran éxito de público, hecho que se tradujo, tras su muerte, en una abundante circulación de obras. Son más de 130 las comedias atribuidas a Plauto, aunque el crítico Varrón, en el siglo I a. C., consideró que sólo 21 eran auténticas, las mismas que han llegado hasta hoy.
Plauto se dedicó exclusivamente a la comedia, tomando como modelo la nueva comedia griega, que él adaptó al gusto romano y que al parecer contrastó con otras obras romanas contemporáneas, mezclando personajes y situaciones. Si bien partía de situaciones completamente convencionales, Plauto supo combinar con gran maestría la acción y el diálogo, pasando con un ritmo vivo de la intriga al retrato de costumbres, y supo imprimir a sus textos una dosis importante de lirismo y fantasía.

Terencio
Terencio, de origen beréber, nació como esclavo romano (tomó su nombre del senador Terencio Lucano, en cuya casa sirvió como esclavo), pero fue manumitido dadas sus extraordinarias cualidades. Se supone, por su edad aproximada y su sobrenombre Afer ('el africano'), que nació en Cartago.
Como Plauto, Terencio adaptó obras griegas de la última época de la Comedia ática. Él fue más que un traductor, como han confirmado los descubrimientos modernos de antiguas obras griegas. Sin embargo, las obras de Terencio utilizan un escenario 'griego' más convincente en lugar de romanizar la situación: las convenciones de la época impedían que los sucesos 'frívolos' tuvieran lugar en Roma.

Folio 5r de un manuscrito del siglo XI de la Biblioteca Nacional de España procedente del monasterio de San Millán de la Cogolla que contiene las comedias de Terencio: Andria, El Eunuco, El autoflagelado, Adelfos, La suegra y Formión.
Terencio trabajó concienzudamente para escribir en un latín conversacional, y la mayor parte de los estudiosos consideran que su estilo en latín es particularmente agradable y directo. Elio Donato, maestro de San Jerónimo, es el comentarista de Terencio más antiguo conocido. Su popularidad durante la Edad Media y el Renacimiento está atestiguada por la gran cantidad de manuscritos que contienen sus obras o parte de ellas; la estudiosa Claudia Villa ha estimado que existen 650 manuscritos que contienen su obra posteriores al año 800. La autora medieval Hroswitha de Gandersheim argüía que había escrito sus obras para que sus monjas no malgastasen su tiempo leyendo a Terencio.
La primera edición impresa de las comedias de Terencio data del año 1470 en Estrasburgo, mientras que no existe constancia de puestas en escena de sus obras hasta 1476, año en el que se representa en Florencia Andria.
Una frase en la comedia Hecyra de su colaborador musical Flaccus es lo único que nos queda de toda la música romana antigua.

TRABAJADO POR : MARIA ALEJANDRA ALEJANDRO POMACAJA

Historia del teatro peruano




Trabajado por : Maria Alejandra Alejandro Pomacaja


Ditirambo
En griego, es una forma de la lírica coral dedicada al dios Dioniso. El origen de la palabra es desconocido, y probablemente la raíz no es griega. Su desarrollo como género literario fue obra del poeta Arión, en Corinto, durante el último cuarto del siglo VII a. C. Laso de Hermíone, poeta lírico arcaico griego, lo llevó a Atenas, y en el 509 a. C. se convirtió en un elemento de competición en los festivales dedicados a Dioniso. Simónides, Píndaro y Baquílides escribieron ditirambos. De los dos primeros sólo se conservan fragmentos; en cambio, de Baquílides queda bastante. El coro ditirámbico no lleva máscara y cantaban en círculo en la orchestra. La narración juega un papel importante en estos poemas, pero el tema no tiene por qué estar relacionado con Dioniso. Después de Baquílides el componente musical del ditirambo parece que incrementó su importancia a costa de las palabras, pero como la música no ha sobrevivido no podemos discernir lo que ocurrió. Antes de esta época el ditirambo se compuso de forma regular en estrofas y antístrofas, pero a partir de entonces se abandonó esta correspondencia en favor de un estilo de composición más libre, con solos cantados. El lenguaje se hizo rebuscado y artificial. Tespis, director de un coro del siglo VI aC, creó el drama al distinguir dos secciones en el coro de un ditirambo: el papel del personaje principal, y el del resto del coro. El personaje principal hablaba y el coro respondía, lo que, según el Estagirita, era ya implícitamente una pieza dramática que sólo habría de esperar a la incorporación de otros actores y personajes para desarrollarse.

TRABAJADO POR : MARIA ALEJANDRA ALEJANDRO POMACAJA

Sófocles
Sófocles  nació  en colona  cerca  de  Atenas (Grecia)  en  el  año 495 a.d. J.C. Tuvo una  vida  previlegiada;  coincidia  con  el  apogeo  cultural  de  su   ciudad  natal,  fue  educado  esmeradamente.  Desde  pequeño  se  distinguio  por  su talento;  en  su  juventud  escogió la  carrera  literaria;  a  diferencia  de  otros  dramaturgos  se  dedicó  al teatro  griego,  creando  dramas  aisladas. A  los  27  años  obtuvo el  primer  premio  en  los  concursos  anuales
de  tragedia,  con  su   obra  Triptolemo; sus  triunfos  continuaron  siendo  distinguido
en  diferentes  oportunidades.  Figura  entre  los  tres  máximos  representantes  del  teatro
clásico  griego. Desempeñó  cargos  políticos  gracias  a  su  capacidad  intelectual  y  a
la  gran  amistad  que  le  unía  a  Pericles.
Participo  en  las  campañas  de  Samos  y  el  Peloponeso;  se  inclinó  por  la  música,
era  muy  hábil  con  el  arpa,  hizo  aportes  en  el  teatro;  en  el  escenario  añade   a   más
actores  y  aumenta  a  quince  integrantes  en  el  coro;  profundiza  en  lo  sicológico
y  destaca  así  características  humanas;  al  sentimiento  de  temor  y  miedo,  agrega
el  de  justicia  y  la  bondad,  e  intensifica  la  acción.
Se  le  han  atribuido  aproximadamente  ciento  veinte  obras,  aunque  en  nuestra  época
se  conoce  solamente  siete  de  ellas:  "Edipo  rey", Edipo  en  colona,  Antigoma,  Ayax,
Electra,  Las  traquinias  y  Filoctetes.  En  todas  sus  obras  nos  habla  de  la  historia ,
los  héroes, los dioses  y  la maravillosa  cultura  de  Atenas.
Su  obra  Edipo  rey  es  considerado  como  su obra  cumbre  ,  escrita  en  el  año
427  a.  d  J.C.,  creada  al  transcurso  de  la  guerra  entre  Grecia  y  Esparta;  es  trágica
y  nos  habla    de  un  hombre  perseguido  por  su  fatal  destino.
En  los  últimos  años  de  su  existencia  ,  el  profundo  sentido  religioso  que sentía  le
llevó  a  ser  sacerdote.
Murió  a  los  noventa  años, cuando  Esparta  era  una  potencia  militar  y  decidía
conquistar  Atenas .

Serie de Edipo

Otras obras


El estilo de Sófocles.
·         Como se ha citado ya, Sófocles introdujo el tercer actor en la tragedia y dio mayor naturalidad a su narrativa. Amplió el número de coreutas  de 12 a 15 y redujo el papel del coro a unas intervenciones fijas más uniformes. Pero su mayor innovación se refiere a la concepción de la tragedia como un todo y no como parte de una trilogía.
·         La estilística de Sófocles muestra algunos rasgos muy utilizados por el poeta, tales como anáforas y aliteraciones (entre ellas destaca el verso: tufloV ta t   wta ton te noun ta t   ommat ei) Edipo Rey  371.
·         Con todo, es en el terreno de las imágenes donde más atractiva aparece la dicción de Sófocles. Así, por ejemplo, la ciudad es como un náufrago que sufre el embate de las olas, la ciudad es como una vieja decrépita que se consume, el Hades es ese hombre ávido de lucro que  se enriquece con llantos y gemidos, etc.
·         Por último decir que el propio Sófocles dice que su estilo sufrió tres etapas en su desarrollo: una primera donde vence el estilo recargado de Esquilo, una segunda en la que se enfrenta a la aspereza y artificiosidad de su propia naturaleza, y la tercera en que consigue la mayor perfección formal ( Edipo).



José María Arguedas Altamirano

José María Arguedas Altamirano (n. Andahuaylas, Perú, 18 de enero de 1911 - m. Lima, 2 de diciembre de 1969), fue un escritor, antropólogo y etnólogo peruano. Como escritor es autor de novelas y cuentos que lo han llevado a ser considerado como uno de los tres grandes representantes de la narrativa indigenista en el Perú, junto con Ciro Alegría y Manuel Scorza. Introdujo en la literatura indigenista una visión interior más rica e incisiva. La cuestión fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en dos culturas (la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas), que deben integrarse en una relación armónica de carácter mestizo. Los grandes dilemas, angustias y esperanzas que ese proyecto plantea son el núcleo de su visión.
Su labor como antropólogo e investigador social no ha sido muy difundida, pese a su importancia y a la influencia que tuvo en su trabajo literario. Se debe destacar su estudio sobre el folclore peruano, en particular de la música andina; al respecto tuvo un contacto estrechísimo con cantantes, músicos, danzantes de tijeras y diversos bailarines de todas las regiones del Perú. Su contribución a la revalorización del arte indígena, reflejada especialmente en el huayno y la danza, ha sido muy importante.
Fue además traductor y difusor de la literatura quechua, antigua y moderna, ocupaciones todas que compartió con sus cargos de funcionario público y maestro.
TRABAJADO POR : MARIA ALEJANDRA ALEJANDRO POMACAJA


una de las obras de JOSE MARIA ARGUEDAS ES...

Warma kuyay - Amor de niño (Texto completo)

Noche de luna en la quebrada de Viseca.

Pobre palomita por dónde has venido,
buscando la arena por Dios, por los suelos.

—¡Justina! ¡Ay, Justinita!

En un terso lago canta la gaviota,
memorias me deja de gratos recuerdos.

—¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sausiyok!

—¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas!

—¿Y el Kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!

—¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquillas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por eso Justina me quiere.

La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeaban como dos luceros.

—¡Ay, Justinacha!

—¡Sonso, niño, sonso! —habló Gregoria, la cocinera.

Celedonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha... soltaron la risa; gritaron a carcajadas.

—¡Sonso, niño!

Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda, con la musiquita de Julio, el charanguero. Se volteaban a ratos, para mirarme, y reían. Yo me quedé* fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre.

Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas del Chawala. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso; sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del Chawala: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando las espaldas al cerro.

-¡Si te cayeras de pecho, tayta Chawala, nos moriríamos todos!

En medio del witron (1)*, Justina empezó otro canto:


Flor de mayo, flor de mayo,
flor de mayo primavera,
por qué no te libertaste
de esa tu falsa prisionera.


Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado los indios se veían como estacas de tender cueros.

—Ese puntito negro que está al medio es Justina. Y yo la quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué pues me muero por ese puntito negro?

Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimos, gritando como potro enamorado. Una paca-paca empezó a silbar desde un sauce que cabeceaba a la orilla del río; la voz del pájaro maldecido daba miedo. El charanguero corrió hasta el cerco del patio y lanzó pedradas al sauce; todos los cholos le siguieron. Al poco rato el pájaro voló y fue a posarse sobre los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle, pero don Froylán apareció en la puerta del witron.

—¡Largo! ¡A dormir!

Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el Kutu se quedó solo en el patio.

—¡A ése le quiere!

Los indios de don Froylán se perdieron en la puerta del caserío de la hacienda, y don Froylán entró al patio tras ellos.

—¡Niño Ernesto! —llamó el Kutu.

Me bajé al suelo de un salto y corrí hacia él.

—Vamos, niño.

Subimos al callejón por el lavadero de metal que iba desmoronándose en un ángulo del witron; sobre el lavadero había un tubo inmenso de fierro y varias ruedas enmohecidas, que fueron de las minas del padre de don Froylán.

Kutu no habló nada hasta llegar a la casa de arriba.

La hacienda era de don Froylán y de mi tío; tenia dos casas. Kutu y yo estábamos solos en el caserío de arriba; mi tío y el resto de la gente fueron al escarbe de papas y dormían en la chacra, a dos leguas de la hacienda.

Subimos las gradas, sin mirarnos siquiera; entramos al corredor, y teníamos allí nuestras camas para dormir alumbrados por la luna. El Kutu se echó callado; estaba triste y molesto. Yo me senté al lado del cholo.

—¡Kutu! ¿Te ha despachado Justina?

—¡Don Froylán la ha abusado, niño Ernesto!

—¡Mentira, Kutu, mentira!

—¡Ayer no más la ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños!

—¡Mentira, Kutullay, mentira!

Me abracé al cuello del cholo. Sentí miedo; mi corazón parecía rajarse, me golpeaba. Empecé a llorar, como si hubiera estado solo, abandonado en esa gran quebrada oscura.

—¡Déjate, niño! Yo, pues, soy “endio”, no puedo con el patrón. Otra vez, cuando seas “abugau”, vas a fregar a don Froylán.

Me levantó como a un becerro tierno y me echó sobre mi catre.

—¡Duérmete, niño! Ahora le voy a hablar a Justina para que te quiera. Te vas a dormir otro día con ella ¿quieres, niño? ¿Acaso? Justina tiene corazón para ti, pero eres muchacho todavía, tiene miedo porque eres niño.

Me arrodillé sobre la cama, miré al Chawala que parecía terrible y fúnebre en el silencio de la noche.

—¡Kutu, cuando sea grande voy a matar a don Froylán!

—¡Eso sí, niño Ernesto! ¡Eso sí! ¡Mak tasu!

La voz gruesa del cholo sonó en el corredor como el maullido del león que entra en el caserío en busca de chanchos. Kutu se paró; estaba alegre, como si hubiera tumbado al puma ladrón.

—Mañana llega el patrón. Mejor esta noche vamos a Justina. El patrón seguro te hace dormir en su cuarto. Que se entre la luna para ir.

Su alegría me dio rabia.

—¿Y por qué no matas a don Froylán? Mátale con tu honda, Kutu, desde el frente del río, como si fuera puma ladrón.

—¡Sus hijitos, niño! ¡Son nueve! Pero cuado seas “abugau” ya estarán grandes.

—¡Mentira, Kutu, mentira! ¡Tienes miedo, como mujer!

—No sabes nada, niño. ¿Acaso no he visto? Tienes pena de los becerritos, pero a los hombres no los quieres.

—¡Don Froylán! ¡Es malo! Los que tienen haciendas son malos; hacen llorar a los indios como tú; se llevan las vaquitas de los otros, o las matan de hambre en su corral. ¡Kutu, don Froylán es peor que toro bravo! Mátale no más, Kutucha, aunque sea con galga, en el barranco de Capitana.

—¡”Endio” no puede, niño! ¡”Endio” no puede!

¡Era cobarde! Tumbaba a los padrillos cerriles, hacía temblar a los potros, rajaba a látigos el lomo de los aradores, hondeaba desde lejos a las vaquitas de los otros cholos cuando entraban a los potreros de mi tío, pero era cobarde. ¡Indio perdido!

Le miré de cerca: su nariz aplastada, sus ojos casi oblicuos, sus labios delgados, ennegrecidos por la coca. ¡A éste le quiere! Y ella era bonita: su cara rosada estaba siempre limpia, sus ojos negros quemaban; no era como las otras cholas, sus pestañas eran largas, su boca llamaba al amor y no me dejaba dormir. A los catorce años yo la quería; sus pechos parecían limones grandes, y me desesperaban. Pero ella era de Kutu, desde tiempo; de este cholo con cara de sapo. Pensaba en eso y mi pena se parecía mucho a la muerte. ¿Y ahora? Don Froylán la había forzado.

—¡Mentira, Kutu! ¡Ella misma, seguro, ella misma!

Un chorro de lágrimas salió de mis ojos. Otra vez el corazón me sacudía, como si tuviera más fuerza que todo mi cuerpo.

—¡Kutu! Mejor la mataremos los dos a ella ¿quieres?

El indio se asustó. Me agarró la frente: estaba húmeda de sudor.

—¡Verdad! Así quieren los mistis.

—¡Llévame donde Justina, Kutu! Eres mujer, no sirves para ella. ¡Déjala!

—Como no, niño, para ti voy a dejar, para ti solito. Mira, en Waylara se está apagando la luna.

Los cerros ennegrecieron rápidamente, las estrellitas saltaron de todas partes del cielo; el viento silbaba en la oscuridad, golpeándose sobre los duraznales y eucaliptos de la huerta; más abajo, en el fondo de la quebrada, el río grande cantaba con su voz áspera.

Despreciaba al Kutu; sus ojos amarillos, chiquitos, cobardes, me hacían temblar de rabia.

—¡Indio, muérete mejor, o lárgate a Nasca! ¡Allí te acabará la terciana, te enterrarán como a perro! —le decía.

Pero el novillero se agachaba no más, humilde, y se iba al Wiltron, a los alfalfales, a la huerta de los becerros, y se vengaba en el cuerpo de los animales de don Froylán. Al principio yo le acompañaba. En las noches entrábamos, ocultándonos, al corral; escogíamos los becerros más finos, los más delicados; Kutu se escupía en las manos, empuñaba duro el zurriago, y les rajaba el lomo a los torillitos. Uno, dos, tres... cien zurriagazos; las crías se torcían en el suelo, se tumbaban de espalda, lloraban; Y el indio seguía, encorvado, feroz. ¿Y yo? Me sentaba en un rincón y gozaba. Yo gozaba.

—¡De don Froylán es, no importa! ¡Es de mi enemigo!

Hablaba en voz alta para engañarme, para tapar el dolor que encogía mis labios e inundaba mi corazón.

Pero ya en la cama, a solas, una pena negra, invencible, se apoderaba de mi alma y lloraba dos, tres horas. Hasta que una noche mi corazón se hizo grande, se hinchó. El llorar no bastaba; me vencían la desesperación y el arrepentimiento. Salté de la cama, descalzo, corrí hasta la puerta; despacio abrí el cerrojo y pasé al corredor. La luna ya había salido; su luz blanca bañaba la quebrada; los árboles, rectos, silenciosos, estiraban sus brazos al cielo. De dos saltos bajé al corredor y atravesé corriendo el callejón empedrado, salté la pared y llegué junto a los becerritos. Ahí estaba Zarinacha, la víctima de esa noche; echadita sobre la bosta seca, con el hocico en el suelo; parecía desmayada. Me abracé a su cuello; la besé mil veces en su boca con olor a leche fresca, en sus ojos negros y grandes.

—¡Niñacha, perdóname! ¡Perdóname, mamaya!

Junté mis manos y, de rodillas me humillé ante ella.

—Ese perdido ha sido, hermanita, yo no. ¡Ese Kutu canalla, indio perro!

La sal de las lágrimas siguió amargándome por largo rato. Zarinacha me miraba seria, con su mirada humilde, dulce.

—¡Yo te quiero, niñacha, yo te quiero!

Y una ternura sin igual, pura, dulce, como la luz en esa quebrada madre, alumbró mi vida.

***

A la mañana siguiente encontré al indio en el alfalfar de Capitana. El cielo estaba limpio y alegre, los campos verdes, llenos de frescura. El Kutu ya se iba, tempranito, a buscar “daños” en los potreros de mi tío, para ensañarse con ellos.

—Kutu, vete de aquí —le dije—. En Viseca ya no sirves. ¡Los comuneros ríen de ti, porque eres maula!

Sus ojos opacos me miraron con cierto miedo.

—¡Asesino también eres, Kutu! Un becerrito es como criatura. ¡Ya en Viseca no sirves, indio!

—¿Yo no más, acaso? Tú también. Pero mírale al tayta Chawala: diez días más atrás me voy a ir.

Resentido, penoso como nunca, se largó a galope en el bayo de mi tío.

Dos semanas después, Kutu pidió licencia y se fue. Mi tía lloró por él, como si hubiera perdido a su hijo.

Kutu tenía sangre de mujer: le temblaba a don Froylán, casi a todos los hombres les temía. Le quitaron su mujer y se fue a ocultar después en los pueblos del interior, mezclándose con las comunidades de Sandondo, Chacralla... ¡Era cobarde!

Yo solo me quedé junto a don Froylán, pero cerca de Justina, de mi Justinacha ingrata. Y no fui desgraciado. A la orilla de ese río espumoso, oyendo el canto de las torcazas y de las tuyas, yo vivía sin esperanzas; pero ella estaba bajo el mismo cielo que yo, en esa misma quebrada que fue mi nido. Contemplando sus ojos negros, oyendo su risa, mirándola desde lejos, era casi feliz, porque mi amor por Justina fue un “warma kuyay" y no creía tener derecho todavía sobre ella; sabía que tendría que ser de otro, de un hombre grande, que manejara ya zurriago, que echara ojos roncos y peleara a látigos en los carnavales Y como amaba a los animales, las fiestas indias, las cosechas, las siembras con música y jarawi, viví alegre en esa quebrada verde y llena de calor amoroso de sol. HaSta que un día me arrancaron de mi querencia, para traerme a este bullicio, donde gentes que no quiero, que no comprendo.

***

El Kutu en un extremo y yo en otro. Quizá habrá olvidado: está en su elemento; en un pueblecito tranquilo, aunque maula, será mejor novillero, el mejor amansador de potrancas, y le respetarán los comuneros. Mientras yo, aquí, vivo amargado y pálido, como un animal en los llanos fríos, llevado a la orilla del mar, sobre los arenales candentes y extraños.

FIN
trabajado por maria flores lobaton

baltazar gavilan
    En el acápite tocante al arte colonial en las clases de historia del Perú de la remota educación secundaria, solía mencionarse brevemente una escultura denominada "El arquero de la Muerte" de un tal Baltazar Gavilán, escultura en madera que reposaba en la Iglesia San Agustín de Lima y ahí quedaba la cosa en el cursillo -a no ser que hubiese una malísima reproducción fotográfica, por añadidura, adornando el discreto texto al uso-. Hoy queremos explayarnos en el recuerdo de aquel añejo acápite.

    (Estas excelentes fotografías de "El Arquero de la Muerte" provienen de aquí)

    Hojeando el breve libro de don Hermilio Valdizán, Locos de la Colonia (1), -que muy modestamente reimprimió el INC en 1988 pues la edición liminar es de 1919- hallamos que Baltazar Gavilán fue uno de esos "locos de la colonia" de los que nos reporta don Hermilio. Específicamente, a Gavilán lo ubica en el capítulo de las toxifrenias:

    "El año de 1734, en la Ciudad de los Reyes, un galán deseoso de vengar los desdenes de una guapa moza llamada Mariquita Martínez, pasando al lado de ésta cortó con unas tijeras que llevaba preparadas una de las hermosas trenzas que eran el encantador marco de una cara tentadora. Huyendo del castigo que su delito merecía refugióse el galán en el convento de San Francisco, cuyo guardián era su padrino y estúvose en la santa casa esperando le perdonaran la autoridad y el tiempo, que es también autoridad y sabe también perdonar."

    "Era don Baltazar Gavilán el mutilador y había gastado una pequeña fortuna, procurando agradar a la esquiva Mariquita y sin conseguir de ésta el más ligero favor que demostrarle pudiera correspondencia a sus amorosas ansias. (...) No se sabe si fueron penas de amor o qué penas fueron las que llevaron a Gavilán a beber con desenfreno y contra toda prudencia; pero sí se sabe que era sin fatiga cuando de beber se trataba y que hizo sus mejores esculturas en completo estado de embriaguez."

    Don Hermilio Valdizán sigue a Ricardo Palma que en sus tradiciones "La trenza de sus cabellos" -situada entre los años 1734 y 1738- y "De cómo una escultura dio la muerte al escultor" -situada en 1753- abunda en detalles referidos a la vida y muerte de Baltazar Gavilán -Palma escribe específicamente Baltasar-. Aquí nos permitimos citar a don Ricardo (2):

    "Los padres agustinos sacaban, hasta poco después de 1824, la célebre procesión de Jueves Santo que concluía, pasada la medianoche, con no poco barullo, alharaca de viejas y escapatoria de muchachas. Más de veinte eran las andas que componían la procesión y en la primera de ellas iba una perfecta imagen de la muerte con su guadaña y demás menesteres, obra soberbia del artista Baltasar Gavilán."

    "El día en que Gavilán dio la última mano al esqueleto fueron a su taller los religiosos y muchos personajes del país, mereciendo entusiasta y unánime aprobación el buen desempeño del trabajo. El artista alcanzaba un nuevo triunfo."

    "Para celebrar el buen término de la obra que le encomendaron los agustinos, fuese Baltasar con sus amigos a la casa de bochas y se tomó una turca soberana. Agarrándose de las paredes pudo, a las diez de la noche, volver a su taller, cogió pedernal, eslabón y pajuela y, encendiendo una vela de sebo, se arrojó vestido sobre la cama."

    "A medianoche despertó. La mortecina luz despedía un extraño reflejo sobre el esqueleto colocado a los pies del lecho. La guadaña de la Parca parecía levantada sobre Baltasar.

   "Espantado, y bajo la influencia embrutecedora del alcohol, desconoció la obra de sus manos. Dio horribles gritos, y acudiendo los vecinos, comprendieron por la incoherencia de sus palabras, la alucinación de que era víctima."
   Hasta aquí el relato de Palma. Cabe anotar que la talladura obra de Gavilán, como añadidura a los hórridos, grotescos rasgos que la exornan, mide la friolera de casi 2 metros de alto. Valdizán analiza el caso del infortunado Gavilán, con los dispersos datos disponibles, y emite su autorizado comentario psiquiátrico
   "Nada de sorprender en sujetos de los hábitos desordenados del pintor, aquellas ilusiones terroríficas a que debe referirse su visión de la muerte amenazadora. Muchas ilusiones semejantes y no pocas alucinaciones debió sufrir durante su vida sujeto que tan inmoderadamente bebía; (...) Dícennos que "murió loco" y que murió el mismo día siguiente a aquella noche en la cual sufriera el espanto de su ilusión terrorífica. Es posible que el desventurado Gavilán continuara en la agitación en que le puso la visión de la muerte amenazadora; es posible que las palabras de los vecinos, sus discursos y sus lamentaciones, contribuyeran a aumentar la dicha agitación, lejos de dominarla; es posible que nadie pensara en sustraer a Gavilán a la acción excitante del medio en el cual había tenido lugar la ilusión. Y es posible que, por todos estos motivos, aquella agitación prolongada terminara en una hemorragia cerebral que no debe sorprendernos a quienes sepamos del abuso de bebidas alcohólicas que hacía el escultor. Ahora, es posible que se trate de una de esas crisis de agitación motora intensa que suelen presentarse en el llamado delirium tremens y que haya sido por esta intoxicación alcohólica aguda y no por otro motivo la desdichada muerte de Gavilán."
    Al margen de que Valdizán hable simultáneamente de intoxicación alcohólica aguda y además de delirium tremens -él pone en duda la fecha misma de muerte y por lo tanto la de último consumo-, no es necesario ni imaginar qué otros remedios y auxilios podrían habérsele propinado al infortunado Baltazar en el estado de agitación psicomotriz en que se hallaba -ocioso sería redundar sobre las amarras, sujeciones, restricción de líquidos y otros "tratamientos" de los que probablemente habrá sido víctima-: el hecho es que Baltazar Gavilán falleció víctima de una especie de delirium agitado, hiperactivo, pletórico de riesgo incluso para los protocolos actuales. (3)

   Don Hermilio Valdizán, Padre de la Psiquiatría Peruana, de nuestra psiquiatría, falleció de un padecimiento cardiaco a la tempranísima edad de 44 años. (4) De hecho, su cimera figura exige más de un detallado post, los que quedan pendientes, por cierto. Pero no podemos dejar de glosar párrafos del prólogo a su opúsculo Locos de la Colonia - que fue continuación de su tesis doctoral "La alienación mental entre los primitivos peruanos":

    "Y ahora, escribiendo de Historia nuevamente, quiero poner en el fronstipicio de estos Locos de la Colonia, una invitación más a los jóvenes; quiero estimular nuevamente la curiosidad de ellos y su generosa laboriosidad, para que ellos nos digan acerca de las obras de los viejos y de los olvidados; para que ellos, huyendo de las tentaciones de la investigación extranjera, aborden el estudio de los problemas nacionales, de aquellos que, de continuar en nuestra apatía y en nuestra indolencia, nos vendrán estudiados algún día, de fuera, como lección y como reproche."
   trabajado por : francys kimberly tito chero

MATERIALES PARA EL TERCER BISMESTRE: ESCULTURA

1) DOS KILOS DE ARCILLA ROJA O GRIS PREPARADA

2)2 METROS DE ALAMBR GRUESO (Nº 5 O 4)
3)2 METROS DE ALAMBRE DELGADO
4)UNA BASE DE MADERA DE 2 DEDOS DE GROSOR
5)ESTECAS Y DESBASTADORES
6)PERIODICOS
7)2 O 4 CLAVO PARA MADEA DE 4 PULGADA
8)UN MANDIL O UN POLO VIEJO
9)UN SPRAI PARA AGUA
10) 1 KILO  1/2DE CERAMICA AL FRIO
11) UN PINCEL DE CERDA (Nº30)
ACTIVIDAD PARA RELIZAR :
  • CARATULA DE SKETCHBOOKRELACIONADO CON LA ESCULTURA
  • CARATULA PARA EL CUADERNO RELACIONADO CON LA MUSICA
  • BIOGRAFIA DE "BALTAZAR GAVILAN"
  • OBRAS DE "BALTAZAR GABILAN"
  • UN DIBUJO DEL ARQUERO DE LA MUERTE
TRABAJADO POR LA ALUMNA: FRANCYS  KIMBERLY TITO CHERO